Radiografías Urbanas
por Máximo Domínguez Quesada
Aunque los badajocenses nos
esforcemos por valorizar nuestro vasto patrimonio en los medios de comunicación
para atraer turismo a la ciudad, de nada servirá mientras mantengamos sine díe
vergüenzas tan flagrantes en el corazón de la misma como es El Campillo.
El que fuera primer arrabal
de la ciudad clama con ahínco una regeneración inmediata. Lo que antaño fue un
barrio extramuros más o menos dispuesto al libre albedrío, es hoy un barrio en
ruinas que lo convierten en una ruina de barrio, vergonzoso y vergonzante para
Badajoz.
El Campillo es una de las
entradas directas a la zona más monumental del casco antiguo. Es un escaparate
abierto al paso de miles de turistas que transitan por la zona, proyectando una
imagen de olvido, desidia y penumbra más propia de una ciudad devastada por la
guerra que del Badajoz del siglo XXI. Y es también un área en descomposición
que, por su enclave, lastra la reactivación de la vida en el centro histórico.
Por ello, la regeneración de
esta zona es de una necesidad imperiosa. Sin embargo y aunque en esta ciudad nuestra
hay muchas cosas que se eternizan, lo de El Campillo va camino de la eternidad.
Desde hace décadas venimos
escuchando a los responsables políticos hablar del problema, llenándose la boca
de promesas incumplidas y llenándonos a los ciudadanos la cabeza de términos
como ARU´s, ARI´s, PERI´s, etc, sin que se haya puesto una sola piedra que
llene de contenido la zona.
Mientras tanto, El Campillo sigue
su proceso degenerativo, degradándose más si cabe, siendo testigo de la
constatación de un incumplimiento, pero por encima de todo, de un fracaso
colectivo. Porque aunque son competencia principal de la administración
actuaciones de este calado, los colectivos y ciudadanos también tenemos nuestra
parte alícuota de responsabilidad en cada caso.
Y en este, en el proyecto de
regeneración urbanística más importante de Extremadura, además de la pasividad
e inacción del gobierno local y la obstrucción de los partidos de la oposición,
han intervenido obstaculizando el proceso, colectivos y ciudadanos de un
purismo exacerbado.
Hay que defender una
actuación con plenas garantías de conservación, respeto del entorno y ceñida a
la ley. Simplemente. Todo lo demás, son desganas, intereses espurios o
radicalismos trasnochados.
Cuando a los políticos y
demás actores intervinientes se les caiga la cara de vergüenza, entonces se
levantará El Campillo.
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