08 diciembre 2009

Apatrullando la ciudad: Yo también atenté contra el patrionio de Badajoz (Artículo de opinión)






APATRULLANDO LA CIUDAD

Allá por los años cincuenta del pasado siglo, este cabo ahora defensor de la alcazaba, de la fortificación abaluartada y del patrimonio histórico de Badajoz, atentó contra ese patrimonio que hoy defiende.

En aquella época gloriosa, de unidad de destino en lo universal, lo que hoy es barriada de Pardaleras, no era más que una humilde zona de chabolas alrededor de una precaria escuela prefabricada. Allí mal vivían decenas de familias, al amparo de cuatro paredes sin techo, tabiques de madera o uralita y una carencia total de higiene, servicios y condiciones de vida propias de seres humanos. La una, grande y libre, la de la prosperidad y grandeza para muchos, era la de la miseria para otros.

Los chicos afortunados que pertenecíamos a las Congregaciones Marianas, dedicábamos parte de nuestros sábados y domingos a la oración, la ayuda a los desvalidos y a la impartición de la catequesis.

Un día de aquellos, el jesuita responsable nos encomendó a los Estanislaos la tarea de recoger en el “castillo” los caídos maderos que en su momento sustentaron el techado de las primitivas construcciones del viejo Badajoz. El encargo no era liviano. Llevar varias decenas de maderos desde allí hasta Pardaleras, era un sacrificio que curtiría nuestro carácter y llevaría un poco de calor y confort a la vida de aquellos humildes (realmente marginados) ciudadanos.

En un punto del itinerario que no recuerdo, la caritativa caravana fue interceptada por la policía armada, que requirió documentos y filiación, terminando todos nosotros en dependencia policiales, en aquellas mismas dependencias donde iban aparar vagos, maleantes y un sinfín de personajes cuyas actividades cabían en aquel saco roto de la represión franquista.

Tras un tiempo que nos pareció eterno, incomunicados y acongojados (se pueden trastocar algunas letras), el jesuita apareció sotana en ristre y haciendo gala de su poder, consiguió nuestra liberación tras hablar con sus contactos.

Pero realmente paradójico era que no nos acusaban de atentar contra el Patrimonio, sino de apoyar y convivir, de cooperar y confraternizar con las cloacas del régimen.

Lo que mal empieza, mal acaba. Hoy, decenas de años mas tarde seguimos con ruinas en la alcazaba, y por lo que se ve, atentando contra el patrimonio.

La decisión del Tribunal Supremo de la nación, ha abalado la sentencia que en su momento dictara el Tribunal Supremo de Extremadura. En virtud de ese dictamen, se obliga a reparar o restaurar a su antiguo estado los edificios que hasta ahora albergan la Biblioteca de Extremadura y las facultades Universitarias de Biblioteconomía y Comunicación Audiovisual. Todo ello en lo referido al famoso cubo y el recrecimiento de la cubierta del edificio.

Cuando lo inevitable llega por fin a ocurrir, se reabre nuevamente en falso, la tan traída y llevada polémica. Se procedió ilegalmente, se atentó contra la ley de Patrimonio y se modificó de forma viciada el P.G.O.U.

Naturalmente hay que retomar la busca del culpable, y como no, Amigos de Badajoz es declarado de forma aviesa el único causante de tanto mal. La hipocresía de los políticos y el indolente pensamiento de una mayoría de ciudadanos de Badajoz, culpan ahora del “monumental” problema que se le plantea a la ciudad, al mensajero.

Pero realmente, todos somos culpables de mantener limpia nuestra casa. De cuidar y perpetuar la historia familiar. Este cabo es culpable. Lo mismo que el cartero del barrio, el policía municipal, ese funcionario de Hacienda o aquel profesor de instituto. Cuando hace años se planteó la posible ilegalidad del proyecto, Amigos de Badajoz se enfrentó en solitario contra los poderes públicos, ante la frialdad general y un encogimiento de hombros colectivo.

Fueron las autoridades competentes y los ciudadanos insensibles, los culpables de invertir millones de euros en una obra que podría ser ilegal. Y también culpables, de los grades problemas que conllevará la demolición de los edificios afectados y de los gastos que ocasionará la nueva “reconstrucción” de la reconstrucción.

Las facultades universitarias han dado vida a la Alcazaba. Centenares de alumnos y profesores, han caminado cada día bajo la Puerta del Capitel o ascendieron hacia ellas desde la Puerta de Yelbes. Esa presencia diaria, ese testimonio cotidiano, no ha valido para adecentar en años el noble y principal acceso a nuestro principal monumento. Los muros semiderruidos del antiguo Hospital Militar, escoltaron a estas personas por un erial, que sin duda es el más cutre acceso que una Universidad ha tenido en cualquier lugar del planeta. A cambio de ese calor diario, el luagr no mereció nunca un sencillo enlosado, unas farolas artísticas, ni unos míseros setos ajardinados.

El problema con que se encuentra Badajoz, es de tal complejidad e importancia que trasciende de lo patrimonial, lo jurídico o lo económico. Se abre un doble debate. Por una parte, el dictaminado atentado contra el patrimonio; por otra, se puede originar el éxodo universitario, único beneficio y atención que Badajoz ha otorgado a este monumento. Pero no hay que ser maquiavélicos. Quien mal anda, mal acaba.

Cabo primero Placeres: ¡A sus órdenes!

La Asociación no se hace responsable de las opiniones personales recogidas en este blog.

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