¿Una generación perdida?
Más de dos décadas, desde la fecha de este artículo del diario HOY, hemos necesitado para desembarazarnos del vetusto edificio del colegio de Nuestra Señora de Bótoa, casi una generación. Los eternos plazos de Badajoz se hacen dolorosamente evidentes en el tortuoso recorrido que la inacción de las administraciones han protagonizado en el derribo y, por lo tanto, la liberación del baluarte de San Roque. Más de veinte años para desatascar una zona colapsada y casi necropsionada por la falta de sensibilidad y la cabezonería de tener que construir en los territorios propiedad del sistema abaluartado. Más de cuatro lustros para darnos cuenta de que la Muralla Abaluartada debe ser unos de nuestros activos patrimoniales y turísticos con más potencial de Badajoz y de Extremadura. En definitiva, casi una generación perdida para reflexionar, asimilar y llevar a cabo el milagro de demoler los errores que nuestros antepasados más directos habían cometido. A partir de ahora se abre un horizonte abierto y esperanzador en el que los ciudadanos podremos observar sin obstáculos un tesoro que nos habían ocultado en el nombre del progreso y la modernidad. De sabios es rectificar y está claro que las generaciones presentes y futuras no deben estar condenadas a pagar las malas prácticas de sus ancestros. La pregunta final es clara; ¿tardarermos otros veinte años en liberar el resto de la Muralla Abaluartada?
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