La Asociación Cívica
Ciudad de Badajoz quiere denunciar el derribo masivo e indiscriminado de
edificaciones, algunas históricas, en la calle Encarnación, el cierre de la
calle a vecinos y ciudadanos en general, y la orientación de la zona a
operaciones urbanísticas dudosas y destructivas.
Un tramo de la calle ha
quedado convertido en un gran solar, vallado y segregado de la trama urbana,
inhóspito, desolado, aniquilado, produciendo en su aspecto actual una gran tristeza
a los que queremos a esta ciudad y sus zonas históricas. Es el mismo
planteamiento que con el Campillo: conversión de manzanas enteras en solares,
desfigurando la trama viaria histórica, la parcelación heredada a través de los
años y siglos, y eliminando cualquier resto de vivienda histórica o popular,
los detalles artísticos, constructivos y decorativos, y la propia continuidad
de la vida urbana reflejada en la convivencia ciudadana cotidiana y sus
costumbres.
El proceso de degradación
de estas zonas aparejado de la problemática social existente—delincuencia,
inseguridad, insalubridad, pobreza, ocupación ilegal, marginalidad, falta de
oportunidades, etc.— sirve de chivo expiatorio para acelerar el deterioro de la
zona, dejándola morir, promoviendo el desalojo masivo, la demolición a gran
escala, y la posterior propuesta de intervenciones humanas extrañas, nuevas
parcelaciones, nuevos viarios, nuevos ocupantes y nuevas tipologías
edificatorias con soluciones que pierden cualquier conexión con la realidad
anterior e histórica. Si sumamos la lista de rehabilitaciones de escaso gusto
realizadas en Badajoz en los últimos años, y la continúa indiferencia arqueológica, completamos el
cuadro de intervención rentable para algunos, pero irreversible y desdeñosa con
la historia.
El mismo error de demoler
baluartes, fuertes y lienzos de muralla, de derribar conventos y cuarteles, de
abrir la inútil avenida Juan Carlos I, y de la creación de la Plaza de Santa
María, arrasando con el caserío urbano tradicional, se sigue produciendo en
Badajoz ante la mirada atónita e impotente de los ciudadanos.
La Plaza de Santa María,
uno de cuyos lados da precisamente a la Calle Encarnación, constituye un
ejemplo claro de ruptura con el entorno, el pasado, la configuración urbana
tradicional y el patrimonio. La sensación de plaza vanguardista, con la fachada
del Museo de la Ciudad completamente discordante con las manzanas próximas y con
lo que había anteriormente, no responde a las expectativas ciudadanas en un
lugar con tanta historia y marcado carácter. Un intento fallido de regeneración
urbana, pretencioso y sin sentido, que volverá a repetirse en el Campillo, y
con seguridad, en la calle Encarnación. Mientras, los problemas sociales siguen
siendo los mismos, al pie de estas intervenciones tan costosas.
Es de desear, que de los 18,7
millones del Plan DUSI, se destine alguna partida a reconstruir Encarnación. Y
decimos reconstruir, con respeto, con ese respeto que tanta falta hace en todos
los agentes sociales y políticos que actúan (o no actúan) en la ciudad.
Recordemos que antes de su pasado de prostitución y contrabando esta calle era
la de Aguadores, por los encargados del reparto de agua antes de la existencia
de redes públicas de abastecimiento, grandes casonas tenían fachada a esta
calle, como la histórica de la Roma, una de las mejores de Badajoz, o la de
Hospicio Viejo. Era una de las pocas calles empedradas de Badajoz y antiguo
lugar de judería. Más arriba, la calle Norte, también cerrada y derribada, fue
el núcleo de esa judería con su sinagoga. Mucha historia para ser tratada como
solar especulativo. Pero es a lo que estamos acostumbrados en Badajoz.
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