Nadie duda en la actualidad del magnífico resultado de la rehabilitación de
la Plaza Alta de Badajoz, cuyo proceso, aunque muy avanzado, no está totalmente
concluido.
Vista la degradación de la plaza, su olvido como espacio urbano y su
lamentable aspecto de hace ya unos lustros, no podemos sino alegrarnos del
resultado, de haber recuperado una bellísima plaza, tan heterogénea en
tipologías, haberla limpiado de aditamentos que la afeaban, la ocultaban; haberla
adecentado, restaurado, habilitado para viviendas y locales, y abierto al
normal entramado de la ciudad, recuperando su aspecto histórico y su
monumentalidad.
Dicho esto, y pensando no en los aspectos formales de la plaza, sino en su
significado histórico desde sus inicios hasta su declive a partir de mediados
de los años 70 con el traslado del edificio metálico al Campus de la
Universidad, la Asociación Cívica Ciudad de Badajoz ha pensado en proponer una
nueva orientación de los bajos de la plaza, de tal forma que éstos contribuyan
a recuperar el ámbito mercantil, de intercambio ciudadano continuado y
bullicioso que siempre tuvo la plaza.
Es indudable que el establecimiento de locales para asociaciones y sedes
administrativas se hizo con la mejor de las intenciones posible, que era la de
dar vida a una plaza que no se quería dejar fosilizar con su renacida
configuración. Sin embargo, a la Plaza le falta esa nota de intercambio, de trajín
ciudadano, de faena diaria que hace ir y venir y deambular a un público
variopinto e inquieto.
Salvo un par de terrazas, que atrae ese ambiente al frente occidental y más
cercano al Arco del Peso y Moreno Zancudo, el resto de la Plaza, el fondo, y el
lateral de las antiguas casas consistoriales suele ofrecer un aspecto
solitario, desangelado, totalmente impropio de una plaza porticada española
donde precisamente el arco y la galería porticada eran la prolongación exterior
del mercado (como bien puede leerse en las rotulaciones antiguas de los
tímpanos de las casas coloradas).
Pensamos que un casco antiguo con innúmeros espacios vacíos con capacidad
de albergar sedes, asociaciones, concejalías, locales administrativos, no debe
privar del ambiente de intercambio, más privado y variado, a los locales de la
Plaza Alta, los cuales se deberían de ofrecer como espacios de negocios, bien
para hostelería o pequeño comercio adecuado a la zona, para ofrecer productos
representativos de nuestra ciudad, para hacer confluir a pacenses y visitantes,
hacernos ir de un frente a otro, cruzando el impresionante espacio enmarcado
por la historia, permitirnos asomarnos, curiosear, ver, oler, oír, sentir,
admirar, preguntar… Eso sólo lo puede ofrecer un mercado, un lugar donde
comprar, comer, tomar algo, donde haya una clientela y un producto diario. En
cambio, las sedes administrativas y asociaciones pueden buscar acomodo en
múltiples lugares igualmente dignos y emblemáticos de nuestro rico casco
antiguo, donde puedan ejercer su importante función en un entorno igualmente
adecuado y atractivo.
De la observación de otras plazas mayores de España, cuya riqueza nos hace
ser un referente mundial en arquitectura, originalidad y ordenación urbana,
observamos que no sólo se refuerza y cuida la monumentalidad de dichas plazas,
sino su significado como función urbana, como marco de actividades. Esta
carencia la observamos en la Plaza Alta de Badajoz. Los esfuerzos en este caso por
cumplir la carta de Venecia de 1964 se han llevado a cabo sólo en su mitad
formal, mientras que ésta hace referencia a los aspectos históricos de
valoración y significado. Más concretamente, en su Artículo 3: “La conservación
y restauración de monumentos tiende a salvaguardar tanto la obra de arte como
el testimonio histórico.” Lo cierto es que, habiéndose recuperado la forma y estructura
de la plaza, no se ha recuperado el contenido humano que la caracterizaba y la
hacía estar rebosante de actividad.
José Manuel González González, uno de los mayores estudiosos de la Plaza
Alta, en su libro “La Plaza Alta de Badajoz” expone que “El número de
mercaderes asentados en la plaza fue elevado en ambos siglos [XV y XVI], como
consecuencia de la importancia de la plaza como centro comercial.” Igualmente
el mismo autor afirma, sobre la ampliación de finales del siglo XVII y
principios del XVIII, tras el abandono del comercio por la ruina acaecida tras
los bombardeos de las guerras con Portugal, que “Una de las razones que
impulsaron el apoyo constructivo del poder religioso fue la promesa del
Ayuntamiento de traer el comercio de la ciudad a la plaza, una vez que
finalizaran las obras.” Para rematar el paralelismo histórico entre auge de la
Plaza Alta y desarrollo comercial por un lado, y ruina y abandono de la misma
con desaparición del comercio, por otro, citamos a Justo Cabezas en “Callejero
de Badajoz”: “La estructura metálica se trasladó entontes al campus
universitario, donde permanece hoy. La supresión del mercado originó una
pérdida de la función comercial y la progresiva degradación de la plaza y su
entorno.”
Luis García de Valdeavellano en su libro “El Mercado. Apuntes para su
estudio”, expone que “A la noción de la tienda abierta tan sólo una vez al año,
una vez a la semana, sucede la de la tienda abierta todos los
días y durante todo el día; la noción de mercado desaparece ante la noción
de plaza de comercio.” Esto da una idea de la relación tan estrecha entre plaza
mayor o de mercado y comercio, idea que no debe desaparecer para comprender
mejor el contexto histórico de la plaza, a pesar de las características tan
diferentes que hoy en día pueda tener el comercio, o que dentro de comercio
incluyamos, por extensión, negocios de hostelería, a medida de las antiguas
tabernas o mesones también próximos a los lugares de comercio, como la Posada
del Sol, en el frente nororiental de la Plaza Alta, también llamada Casa Mesón
del Sol, o el Mesón de la Estrella, datados en el siglo XIX.
Nuestra propuesta es que los bajos de la Plaza Alta sean ofrecidos a
particulares que puedan establecer negocios de hostelería, pequeño comercio o
servicios acorde al significado comercial y popular de la Plaza y a su impronta
como lugar emblemático y monumental de Badajoz, a la vez que reubicar los
servicios que actualmente se ofrecen en ese lugar en lugares que les permita
cumplir su misión con la misma eficacia y dedicación.
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